martes, 4 de noviembre de 2008

Dr. House

cuando uno estudia medicina, de alguna forma, tiene la idea de convertirse en una especie de super héroe. En mi niñez habían también doctores de televisión, Quincy y la Dra. Queen, se metieron en mi cabeza.
cuando estuve en Cahabón alguien me prestó El Médico y El Chamán, de Noah Gordon, literatura de best seller, entretenida, pero nada más. el caso es que la tercera, la Dra. Cole, se parecía mucho a mi. una mujer que, decepcionada de la medicina comercial, se refunde en un pueblito, claro que un pueblito norteamericano no se parece a el maravilloso Cahabón.
durante meses no hubo verdaderos retos, alguna vez algo salió mal y una niña murió, pero no fué el resultado de la falta de medicinas, la falta de oportunidades.
no podía considerarme una gran doctora diagnosticando diarreas, corriendo con embarazos complicados en una ambulancia que era lo mejor que teníamos, pero actuar como jardinero, recogiendo bolas y tirandolas a home no era precisamente lo más emocionante y menos me hacía sentir como el Dr. House.
tengo que admitir que no logré ningún diagnóstico excepcional, y cuando lo hice, la gente no podía pagar los tratamientos, completamente decepcionante.
entonces llegó esa señora, no podía hablar, todo lo demás era normal, pero ella no podía hablar.
yo sabía que se trataba de una reacción de conversión, algo psicológico, pero no podía dejarla así.
de nuevo a batear y la enviamos a un hospital de primer nivel, a Guatemala. El chofer de la ambulancia no quería ir, viajar a la capital le daba miedo y al final contactó a otro para que lo hiciera. regresaron a los dos días y la mujer podía hablar. al reverso de la nota de referencia iba un comentario del médico del hospital que se refería a que yo le había atinado al diagnóstico, la mujer recuperó el habla cuando pudo viajar y hablar de que peleaba con su marido.
supongo que el reto en el pueblito no era sobresalir, era mantener con vida a los pocos que podian resistir lo que existía allá. pero no diagnósticos para obtener la fama, no era dar la vida, era mantener esa infravida, tal vez por eso era tan dificil, no hay medicina más cara que la comida, el trabajo, la vivienda y el descanso adecuado.

4 comentarios:

Nancy dijo...

Doctora, casi siempre me identifico con tus historias. Esta es hermosa. En muchas formas, ustedes, los médicos, son héroes. En este país de tanta injusticia, de violencia intrafamiliar y a todo nivel, al menos ayudaste a devolverle a esa mujer el derecho a expresarse, a comunicarse. Cada pequeño logro es una gran hazaña, pero el mejor premio es la satisfacción de tu corazón. Feliz día

Fernando Ramos dijo...

Vos Patty, que bonita historia, conmovedora, de verdad.

el Kontra dijo...

Me imagino que ha de ser bastante frustrante lo que contas de diagnosticar a alguien y que no puedan pagar el tratamiento. Igual creo que mucha gente de Cahabón en el fondo ha de haber quedado muy agradecida contigo. Concuerdo con Nancy y Fernando. Muchos saludos.

Patricia Cortez dijo...

gracias a los tres, por supuesto que sé que me recuerdan con cariño, pero también sé que no comprenden por qué ya no estoy allá