miércoles, 17 de noviembre de 2010

síndrome de Estocolmo o la indefensión aprendida.

Siempre he usado la imagen del elefante de circo para explicar la indefension aprendida. El pobre elefante es atado con una cadena pesada mientras todavía es cachorro y no tiene tanta fuerza para romperla, además, la cadena tiene la capacidad de herirlo si se mueve, Así que el elefante permanece casi completamente quieto, evitando el dolor.
Cuando le quitan la cadena el animal ya no hace intentos por moverse y aunque la amarren con una suave soga, no la rompe.
Muchas mujeres se han acostumbrado al yugo y a las condiciones de cuasi esclavitud que acompañan al "sagrado matrimonio" en donde se les recuerda cotidianamente que ellas son "ayuda" nunca lo más importante de la familia.
Cuando uno les sugiere que hay otras formas de vivir, que pueden asumir relaciones más horizontales lo más frecuente es que lo interpreten como una intromisión de alguien "demasiado feminista".
A las feministas se nos teme como si fuéramos castradoras egoistas y locas y hasta se atreven a hablar de "feminismos femeninos" que, se supone, le dan un rostro maquillado a las mismas demandas que tenemos las mujeres pero "sin hacer tanta bulla" y "poniendonos en nuestro lugar".
Me cansa ver que se acepta que las mujeres deben obedecer a la cabeza que son sus maridos, y que ellas, en la cola de la relación, siguen aceptándolo como el elefante no rechaza la atadura porque no conoce otra realidad que no sea la esclavitud y le aterra dejar la jaula protectora.
Aunque muchas feministas optamos por la vida en pareja, intentamos construir relaciones de pareja "parejas" en donde responsabilidades y privilegios son iguales para ambos en todos los ámbitos.
Realmente me gustaría que se acabaran las elefantitas y se dieran cuenta de su propia fuerza y capacidad.

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