miércoles, 18 de junio de 2008

Mi pequeño.

Había dudado escribir sobre él, porque no me gusta ponerlo en frente de la gente para lucir sus “gracias”. Pero últimamente me ha dado mucho en que pensar.
Explico (aunque no haya porqué), que no ha sido educado “tradicionalmente” y uno de sus juguetes más preferidos en su primera infancia fue una cocinita con trastecitos. Ya escucho a todas las señoras que me acusaran de volverlo quien sabe que, pero en fin, ha salido de eso.
Su habilidad para comprender las cosas me deja muda. Ya a sus 4 años sabía que no todas las personas tenían un mismo dios o ser supremo al que adorar, y él prefiere el cristianismo pero no sin críticas, le gusta saber de otras mitologías, la griega, la maya, la egipcia, la hindú y comprende que esos dioses tienen sus propios seguidores.
Ayer una amiga me preguntaba que pensaba yo acerca de la espiritualidad Maya, pues he asistido a ceremonias, conozco mi nahual y me ha permitido comprender algunas cosas de mi vida, pero yo no dejo que ninguna religión dirija mis pensamientos.
Cuando mi pequeño pregunta “¿Cuál es el dios de Panzós?” no voy a decirle que el mismo que él tiene, ni tampoco a venderle el dios único, porque en algún momento conocerá a un japonés cuyo panteón tiene cientos o se topará con un hindú y no puedo venderle el odio de creer que su verdad es la única que existe, o la tristeza de intentar convencer a un vecino que no desea ser convencido. Del reconocimiento de la diversidad, así lo veo yo, nace la paz del alma. No buscar que los demás sean o piensen como nosotros, sino dejarlos ser como son, eso es el respeto.
Por otro lado, su afición científica es inmensa y lee o busca información, así que no me asusté tanto cuando se quejaba de la historia de la creación diciendo que “acaso ellos no han escuchado de la teoría del Big Bang?”.
Para mi no es herejía, es su realidad, una realidad en la que algunas veces ha asistido a la universidad a mis cursos ( a sus 8 años), es la realidad de que sus abuelas no tienen la misma religión y no puede odiarlas por eso, es que en Panzós y El Quiché asistió a ceremonias mayas y no puedo decirle que eso es idolatría, porque no soy quien para afirmarlo, es también la realidad de que sabe que el mundo no termina en su colonia ( ni empieza allí) y que del otro lado de la cerca hay gente distinta que no tiene porqué pensar como él.

2 comentarios:

la-filistea dijo...

De lo mejor...
Sí algo le agradezco a mis jóvenes padres es que jamás nos impusieron una religión ni un Dios en específico en qué creer.
Eso da mucha libertad. Con el tiempo uno mismo llega a conocer las virtudes de la fe por no estar condicionado a vivir de acuerdo a dogmas y cosas que solamente coartan la libertad.

Muy inteligente su hijo por cierto.Tiene a quién salir.

P.s. sin querer (queriendo) le copié en su diseño de layout.

Patricia Cortez dijo...

no se preocupe filistea, y gracias por el comentario. intentamos hacer lo mejor, como cualquier padre